El sabio pobre y mísero que sólo se sustentaba de unas
hierbas que cogía, salió de su casa aquella mañana dispuesto a comer sus
hierbas de costumbre, a filosofar como siempre, a preguntarse si habría alguien
más pobre y mísero que él y a refocilarse al descubrir que otro sabio más
desdichado todavía, cogía las hierbas que él desechaba. Así que echó a andar, y
a su dieta hervíbora, y a filosofar como era lo suyo, y a preguntarse como de
costumbre: "¿Habrá otro más pobre
y mísero que yo?". Y cuando el rostro volvió, halló la respuesta viendo que
el otro sabio, hasta los cojones de pasar hambre, había mandado la filosofía a la mierda, se había hecho
analfabeto, se había dedicado a los pelotazos del ladrillo con alcaldes
complacientes, y lo seguía en una limusina impresionante, carcajeándose hasta
ponerse malo. Y es que los tiempos han cambiado mucho.
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